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Si hay una institución que le cuesta hacer cambios, adaptarse y avanzar, es la Iglesia Católica.
Por lo mismo, es digno de destacar el más reciente nombramiento del Papa Francisco.
Por primera vez en la historia, una mujer, será la “número 2” del Vaticano. Se trata de la monja franciscana y politóloga Raffaella Petrini.
Ella fue designada secretaria general de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano, en lo que supone un nuevo gesto del Papa de dar visibilidad al trabajo de las mujeres en la Iglesia.
Este “avance” se suma a la reciente inclusión de mujeres en el Consejo de Economía y a otras científicas mujeres en cargos de cierta relevancia en el pequeño Estado.
Si bien es innegable el avance, aún falta mucho para entregarles real poder a las mujeres en la Iglesia Católica.
De hecho, el sector feminista de la Iglesia suele quejarse de que los avances se limitan a puestos de mando sin real influencia en la toma de decisiones de la Iglesia.
Un ejemplo de ello es Barbara Jatta, la directora de los Museos Vaticanos, a quien a menudo se pone como paradigma de esos pequeños avances en la paridad en una institución todavía fundamentalmente masculina.
Ninguna de ellas, denuncian, tendrá poder para transformar en profundidad la dirección de la Iglesia en los próximos años.
Ni siquiera en el mundo de las monjas, lugar de donde procede Petrini y donde todavía se cometen a menudo abusos (sexuales y de poder) por parte de la jerarquía de la Iglesia.
La realidad es que los cambios son lentos y algunos sectores de la Iglesia, como el alemán, piden mayor celeridad en esta transformación.
La iglesia germánica, de hecho, comenzó el año pasado un estudio de los límites sociales de la Iglesia en cuestiones como la homosexualidad y el celibato.
Nadie dice que será rápido y sencillo, pero son cambios y avances que en algún momento, la institución deberá avanzar. Por su bien y el de la sociedad en su conjunto.
Romántica TV
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