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La recomendación de Fran Gómez: “Barbie y mis ganas de ser niña otra vez”

Ha pasado una semana y un día, algunas lecturas de tweets, reseñas, hilos, artículos filosóficos y el soundtrack de Barbie en repeat. Y yo todavía no puedo quitarme de la cabeza la nostalgia que llenó toda la sala de cine desde que veo a Margot Robbie actuando idéntica a como yo misma trataba a mi rubia muñeca a los 7 años.

Tengo que decir que a pesar de la expectativa marketera, yo no esperaba nada. Quizás era por mi conflicto interno que empezó a desencadenar el anuncio de que Greta Gerwig (a quien amo y admiro) haría una película de la muñeca con la que empecé una guerra en mi adolescencia. Sólo esperaba quizás, que esta directora una vez más le diera el lugar adecuado a lo que durante años invalidaron de nosotras las mujeres.

¿Pero cómo? Si yo misma odié a Barbie desde los 14 por haberme metido una idea en la cabeza de cómo tenía que sonreír, vestir y calzar en vestidos y zapatos. Así tal cual como dicen esas niñas con vibras “bratz” en la escena del colegio.

Pero el rosado es más fuerte

Greta una vez más hace importante lo que históricamente ha sido superficial, banal, inferior y hasta ridículo. Y lo posiciona en la existencia misma de ser niña: inmensa, avasalladora y bastante terrible. Veo en Barbie mi propio crecimiento.

Y me emociona hasta las lágrimas -que no derramé el día que la vi- por lo inesperado que fue encontrarme con este mundo que había olvidado. Por eso Ken estorba hasta que ya es demasiado grande para ignorarlo. ¿Acaso no fue así como las niñas nos encontramos con la figura masculina o con el patriarcado que tanto se nombra? Vivimos en Barbieland hasta que un Ken gigante nos aplasta con sus caballos para hacernos tan chiquititas como una muñeca Polly Poket.

Adoro como Greta Gerwig se da el lujo de decir algo tan fundamental a través de un juguete. Algo que antes sólo estaba al alcance de un libro de filosofía o una clase de feminismo. Y que, por cierto, como lo dijo Virginia Woolf muy bien: “Convertir en serio lo que a un hombre le parece insignificante y en trivial lo que para un hombre es importante”.

Por eso prefiero ignorar el concepto aburrido y tan poco rosado de “feminismo capitalista” que ha abundado como crítica a la película. Prefiero sentarme a aplaudir a Barbie Directora de Cine convirtiéndose en la mujer más taquillera en la historia de un debut cinematográfico.

Todo espectador +7

Una de las cosas que salí preguntándome después de ver Barbie es si la vería con mi hija de 7. “No creo”, respondió mi pololo. (A propósito: ¿vieron que en China las mujeres están llevando a sus novios a ver Barbie como medidor de deconstrucción masculina?… ¡Genias!) Claro, los diálogos son largos, algunas ideas catastróficas, y a pesar de la estética, hay una primera intuición del “no todavía”.

Tengo que reconocer que fue mi mismísima hija la que me interpeló hace unos meses cuando le propuse ir a ver Barbie: “¿no que no te gustaba Barbie?”. ¡Ups!

Entonces, decidí guiarme por lo que la escasa responsabilidad parental de los años noventa hizo conmigo: dejar que el cine haga lo suyo. Porque ojalá una pequeña Fran se hubiese topado con una película así a sus 7 años.

Creo que de alguna manera lo hizo.